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lunes, 18 de febrero de 2013

La compra de la semana, fácil y sin salir de casa


Desde 2004 vivo en un pueblo de unos 20 mil habitantes llamado Carcaixent, lleno de casitas, todas distintas, adornadas con flores y pintadas de vivos colores. Durante un tiempo me encargaba de hacer la compra de la semana y es algo que a veces echo de menos. Me gustaba salir de casa temprano con el carro de la compra y la chuleta escrita por mi abuela con lo que tenía que comprar. Además, en mi casa compramos casi todo del pequeño comercio local, que de pequeño solo tiene el espacio, porque su espíritu es más grande. Ahora entenderéis la razón:

Primera parada: la verdulería, los primeros en abrir. Incluso con el trajín de vaciar el camión y colocar los productos frescos por todo el local, la sonrisa de todos recibía a sus primeros clientes del día con un feliz "buenos días".
-¿Estas alcachofas de dónde son? -le pregunto.
-¡De la terreta, por supuesto!
-¿Qué tal los estudios? -me pregunta.
-Así así, poquito a poco. -y con esto ya nos hemos puesto al día.
-El perejil, que no se te olvide esta vez.

Segunda parada: el mercado municipal. Allí buscaba la parada que me había descrito mi abuela, que era a la que ella iba y me decía que despachaba una señora rubia con gafas grandes (ahora despacha la que debe ser su hija, que es pelirroja y sin gafas, o no es ahí, pero bueno). Con una sonrisa y preguntándome por la familia me atiende la chica, sin dejar de mover las manos hábilmente con ese cuchillo gigante mientras van llegando parroquianos que piden turno. Aunque hay números, en muchas paradas piden turno igual, para saber quién tiene el número anterior al suyo. Mientras espero a que me toque en una tienda, cojo el número en otra verdulería, que tiene las berenjenas más bonitas. Y a veces compro piñones, de la señora con el pelo cardado, que los vende a granel.

Tercera parada: el supermercado. Cojo ese gran invento, la cesta con ruedecitas. Miro que no chirríe y me enfrasco entre los distintos pasillos que ya me conozco. Primero la leche y lo último el congelado. Me acerco a la caja y allí está la cajera. Cuando llegue el día que las sustituyan por cajeras automáticas se quejarán y patalearán, pero yo a veces encuentro algunas cajeras que pasan bien por robots de la guerra de las galaxias, excepto por el mal genio si la haces esperar sacando el dinero o le llevas un billete demasiado grande, que eso es exclusivamente humano.

Luego a veces hay que ir al bazar o a la droguería. Una curiosidad: en mi pueblo tenemos un todo a cien que no es de chinos pero el hombre que vive allí también tiene los ojos rasgados. Es una tienda muy buena, de tradición familiar. Y si no tiene algo, tranquila que te lo consigue.
-Ven mañana -te dice- que te lo traigo.

En 1 hora y media sorprendo a mi abuela llegando a casa con el carro repleto haciendo ruido por la escalera.
-¿Ya estás aquí? -me dice- ¡esas piernas valen mucho!
Guardamos la compra mientras le cuento la experiencia y luego almorzamos un trocito de pan con aceite. De postre, pera, dulce como el día que empieza bien y aun son las 10.

En fin, lo que más valoro cuando voy a comprar es el trato con la gente, aunque a veces, el dinero no dé para mucho. Salgo de casa con mi lista de la compra y la cartera pensando en la ruta a seguir por mis tiendas favoritas pero realmente no llego a salir de casa. En el pueblo estoy en casa. Y eso no lo compra ni todo el oro del mundo.


Enlaces:
Bodegón
Clon star wars
Piñones
Imagen del mercado municipal

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