Siempre he querido crear un blog para compartir ideas. Aunque una vez tuve, pero como no era
anónimo me sentía algo limitada por lo que poner. Así que estoy pensando
si me convendría que fuera anónimo. Porque me gustaría que se me
conociera por lo que hago o lo que pienso, más que por cómo me llamo o
de qué familia vengo. Pienso que el anonimato me permitiría compartir
mis aficiones y logros
con la intención de difundir conocimientos de las diversas experiencias
sin pretender alardear ni sentirme abrumada o juzgada.
Por otra parte,
el anonimato también me limita bastante. Porque me gustaría decirle a la
gente que aprecio que tengo un blog, por la misma razón que me gustaría
que ellos me lo dijeran. Porque quiero conocerles mejor y saber lo que
les pasa. De todas formas, los juicios son muchas veces involuntarios y
sin ninguna mala intención. Supongo que la vergüenza de expresar lo que
pienso será porque no tengo suficiente confianza en mí misma. Pero,
¿hacerlo anónimo significa que no tengo confianza en lo que pienso? No. La respuesta es que sí tengo confianza en lo que pienso, aunque pueda cambiar de opinión o matizar mis ideas según vaya aprendiendo.
Por lo tanto, después de analizar algunos pros y contras, creo que crear un blog para compartir ideas tiene más sentido si los lectores saben de quién son esas ideas. Y es más cómodo para mí porque me gustaría que algunos de esos lectores fueran amigos mios. Trasladar las ideas a un café, un paseo o un día de playa me resulta un incentivo suficientemente atrayente para superar el miedo al rechazo o a alguna posible burla que pueda afectar a esta cabecita loca. Prefiero considerarme una mente inquieta, una personalidad joven que busca crecer y divertirse pero que es sensible y algo insegura.
Un abrazo.
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